3.11.09

Sin lágrimas

Se había dejado en el camino todas las lágrimas y cuando llegó al puerto de Tarifa, tuvieron que administrarle de las que denominan artificiales, para que pudiera terminar de desahogarse…

Fueron muchos los miedos e incertidumbres que poblaron su mente, a lo largo de la insufrible travesía, en la que no dijo palabra alguna. No expresó siquiera un quejido. Tan solo se limitó a llorar.

Sus lágrimas se hubieron vertido impasibles en el mar, para engrosar los 14 kilómetros que separan la península ibérica de África, su continente de origen. Una travesía en la que años antes, habían perdido la vida su mujer y su hijo de dos años de edad.

Se había prometido que cruzaría ese “maldito tramo” y alcanzaría sano y salvo la costa. Lo haría en silencio, por las almas que se quedaron en el camino. Por eso, cuando alcanzó tierra, ya no quedaban lágrimas en sus ojos.
Las había derramado en el cementerio flotante del Estrecho…

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